lunes, 12 de enero de 2009

imagen, sonido y su efecto en la mente

Subí hasta las nubes y volé y volé. Bajé por la escalera y me ahogué en la pecera llena de burbujas por un momento. Uno, dos, y tres y salgo a escena. Cae el telón y nadie mas me ve. Busco el tiempo en la maleta y me doy cuenta que es la maleta lo que busco en el tiempo.
La percusión de esta obra esta hecha con miles de corazones. Los violines no son violines sino el viento entre las ramas de un un pino cerca del mar. En el lugar del piano suena el mar. Cada vez que me despierto oigo este tema. no es más que la vida misma pasando. Yendo y viniendo. Es la sinfonía de las cosas que son que suena al ritmo de las cosas que querríamos que fueran. Ese ritmo que marcan los miles de corazones.
Miro en las fotos colores, texturas, luces y sombras. Movimiento detenido en el instante perfecto de una sonrisa o tal vez el destello de un foco en los ojos de un rostro bañado de cabellos de negro profundo.
En el metro siguen inertes sin parar de moverse las mismas personas que vienen y que van. Los que corren siempre en el mismo lugar. La luz ahí abajo es de una belleza extraña, tal vez demasiado artificial.
Mientras tanto arriba ya es de noche. Pero no en otro lugar.
La música entra en mi cabeza y me dejo llevar. Vuelvo a subir y me vuelvo a ahogar. No hay nada mejor que enchufarse y empezar a caminar.