viernes, 4 de julio de 2008
Serdeña
Hace ya algún tiempo me fui a Italia. La primera vez que vas a algún lugar siempre es emocionante.
Ahí me encontré con un lugar maravilloso. Mi primera impresión de la "bota" fue la "pelota". Llegué a Cagliari en una noche muy limpia de resplandeciente luna blanca. Buen augurio para cualquier visitante. La temperatura era la ideal para disfrutar.
Como siempre me quedó grabada en la retina la imagen de las costas poco antes de aterrizar.
Una vez en tierra empecé a sentir el aire italiano. La recepción fue amable. En el aeropuerto me esperaban Isabella y su mamá. Dos personas de increíble amabilidad. Si hay algo de lo que jamás podré quejarme es de la hospitalidad de los italianos. En cuestión de unas horas ya me sentí como si nunca hubiera salido de mi casa. Pero no hablo de mi casa en Barcelona que no es más que un piso compartido más, sino de mi casa en Montevideo, la casa en la que crecí.
Estando en Italia me sentí mucho más identificado culturalmente que en España. Las formas, los modales, los aires, la gente, las voces, las expresiones. es todo tan igual y diferente. Fue en parte como un pequeño viaje a la infancia.
Un día fuimos a casa del novio de Isa a darle de comer a los peces. Ahí me encontré como en un viaje en el tiempo espacio con la abuela de Joe, una señora de 80 años que a las 4 o 5 de la tarde todavía llevaba puesto su mandil. Una de esas abuelas tan típicas del Río de la plata. Con una energía impresionante, una ama de casa de esas a la antigua. Muy amable e increíblemente simpática que sin dudarlo, como si fuera automático ofreció asiento y café. Es una sensación difícil de explicar, me recordó incluso a mi mama. Ese es uno de los detalles que más marcaron mi estancia en Cagliari.
CUMPLEAÑOS EN LA PLAYA.
El día de mi cumpleaños me levante temprano y desayuné un café con leche y alguna cosita más en casa de Isa, en Quartu. Era sábado y me llevaron hasta Cagliari porque tenían que hacer unos recados por ahí. Después, como a las 10 de la mañana me dejaron en Marina piccola, justo al pie de la Sella del Diavolo, un mote en cuya cima se dibuja una curva muy grande que le hace parecer una montura. La leyenda cuenta que ahí se sentaba Lucifer en persona hasta el día en que los ángeles lo echaron. Ahora es ahí donde comienza el golfo degli angeli. Bordeado por las blancas arenas del Poetto.
Es ahí donde empecé mis 26. Hundiéndome en las aguas transparentes del Mediterraneo, Golpeado por el fuerte viento. La mañana empezó gris y con lluvia, pero una vez que empecé a caminar por la orilla todo cambio. El sol empezó a quemar y las nubes a correr hacia el fondo del mar. Así pasé todo el día, caminando, caminando sin parar, sin pensar demasiado. en la sella del diavolo dejé toda preocupación y caminé. unos cuantos kilómetros, hasta llegar a Flumini. y ahí pegar la vuelta. A las 6 de la tarde ya estaba de vuelta en Marina piccola. Listo para festejar mi cumpleaños con una coca cola un sanwich y una pastafrola.
luego cuando ya se hizo la hora de volver, sobre las 19:30 estuve esperando un bus durante una hora... y de ahí a casa de Isa otra vez y a la noche salir con sus amigos. Todo quemado del sol nos fuimos a comer la primer pizza que comí en Italia, una 4 estaciones. GIGANTE!
A pesar del cansancio pasé una noche muy buena. Me llevo un muy buen recuerdo de la gente, de Alberto y de Michele sobre todo de este ultimo.. quien no paró de decirme que lo recordara..
El domingo fue muy simple. todo terminó con una vista nocturna hermosa de la ciudad por la que días antes había paseado, esta vez coronada por innumerables lamparitas y una fortaleza sobre la montaña al fondo. eso fue lo ultimo que vi de Cagliari.
Temprano a la mañana del lunes toda la belleza de la isla se acabó.
Aún me quedan mil cosas más sin contar.
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